Por: Norah Coransky
Queridos amigos de la verdad, ahora que se acerca esa turbulenta época del Halloween, aprovechamos para revivir este caso de nuestros archivos, aún sin resolver treinta años después, esta vez en las páginas de nuestros aliados de El Espacio.
Redacción,
Bogotá, 14 de Octubre, 1995
A partir del polémico caso de la desaparición del pequeño Cristian David el pasado 1 de octubre, nuestra unidad investigativa ha integrado una serie de reportajes que pretenden dar cuenta de los posibles destinos del hijo de Luisa Cáceres y Hernando Prieto en la ciudad de Cartago, Valle del Cauca.
Para completar los reportajes pasados sobre la prostitución infantil (Pague dos y lleve de 20 a 30 años de cárcel), la drogadicción (El jardín del Cartucho) y el satanismo (La misa negra del 31), hoy complementaremos con un reportaje sobre las temidas fábricas clandestinas de embutidos, donde se presume que varios de estos niños extraviados podrían haber terminado.
Doña Clarita, dueña de una miscelanea del barrio La Esperanza, nos cuenta: “La vecina vino a comprarme $2.000 de salchichón para el almuerzo y cuando estaba cortándolo, se quedó atascado el cuchillo. Fui a sacarlo y salió un hueso pequeñito, como de pollo, pero no se rompía, me tocó devolverlo, porque se supone que era de cerdo”. Otros clientes de cárnicos La Martina también han reportado quejas, porque encontraron pequeñas piedrecillas entre salchichas y mortadelas. Algunos incluso decían que parecían trozos de dientes o uñas.
Con la asesoría del médico veterinario doctor Jesús María Rodríguez, viajamos a la fábrica de La Martina, ubicada en el municipio de Tocancipá. “Nada más fíjese en los asaderos que quedan aquí por el camino”, nos dice el doctor mientras salimos de la ciudad, “esos costillares que colocan al fuego son muy largos para ser de vaca o de la supuesta ternera a la llanera”. A pesar de que el director de la fábrica insistió en que podíamos dar un vistazo a uno de los camiones que traían la materia prima, el ojo no entrenado de este reportero no podía asegurar tajantemente que las piezas fueran de origen bovino, equino, u otros. Ciertamente, ninguno tenía las dimensiones de un miembro infantil. Finalmente, el doctor Rodríguez aseguró que el trabajo conjunto de las máquinas trituradoras y el proceso de cocción y condimentación harían indistinguible una materia prima de otra.
Para terminar nuestra investigación, decidimos ir al origen del problema. Entrevistamos al señor Próspero Gantiva, campesino del mismo municipio. Es conocido en este pintoresco pueblo de la sabana bogotana por salir todas las mañanas a llevar sus cantinas de leche en una popular zorra, tirada por Tyson, un mulo color caramelo de dos años. Cuando le preguntamos qué haría cuando Tyson ya no pudiera jalar su zorra ni cargar sus cantinas, nos respondió entre risas que “venderlo para salchichón”. Aunque con cierta reticencia, nos comentó que en efecto algunos transportadores de ganado en canal también compran estos animales de tiro cuando están viejos. Deben hacerlo en las noches, generalmente se citan en la proximidad de alguna porqueriza, “así cuando lo sacrifican botan las tripas con las de los marranos, y en la mañana vienen los chulos y se las comen”, dice don Próspero. Aunque los dueños de las porquerizas que entrevistamos no quisieron dar su testimonio, varios de los pobladores de la vereda de don Próspero confirmaron el destino de los colegas de Tyson.
La Secretaría de Salud del municipio asegura que todos los procedimientos están debidamente supervisados por sus funcionarios, sin embargo, el doctor Rodríguez nos recuerda: “Si tiene 13 costillas, es vaca, hasta 18, es caballo, de ahí para delante, preocúpese”.
Así pues, lo más frecuente en estos casos es que se recurra a animales grandes, como burros, caballos o mulas, “perros y gatos son muy pequeños, y no justifica todo el trabajo de destripar y despellejar para tan poquita carne”, asegura el doctor Rodríguez. Los consumidores pueden estar seguros de que no hay forma de que el pequeño Cristian David u otros de nuestros niños hayan resultado en una de estas fábricas. Por lo pronto, no queda más que confiar en el proceder de nuestra Policía Nacional.
Foto de Josh Sorenson tomada de pexels.com